sábado, 28 de febrero de 2015

UN MONSTRUO ESPACIAL EN LOS COMIENZOS DEL UNIVERSO

Tiene una masa equivalente a 12.000 millones de soles y su propia existencia supone un desafío para la Ciencia. Se trata de un agujero negro supermasivo que se formó cuando el Universo apenas tenía 875 millones de años (el 6% de su edad actual) y que se encuentra justo en el centro de un quásar superluminoso. De hecho, ese quásar es el objeto más brillante jamás observado en el periodo de nuestra historia. 



Se cree que todos los agujeros negros supermasivos se formaron al mismo tiempo que las galaxias, hace más de diez mil millones de años en el Universo primitivo. Y se piensa que pudieron alcanzar sus descomunales tamaños a base de «engullir» enormes cantidades de materia de sus alrededores, un proceso de «alimentación» que libera suficiente energía como para ser observado desde la Tierra en forma de objetos extraordinariamente brillantes y que la Ciencia ha denominado quásars (del inglés «quasi stellar objects»). Un quásar, pues, no es más que una nube de material que está siendo engullida por un agujero negro. A medida que el material de la nube acelera hacia su verdugo, atraído por su gravedad, se va calentando cada vez más, hasta hacerse extremadamente brillante y luminoso.

Todas y cada una de las galaxias grandes que vemos hoy a nuestro alrededor albergan en sus centros un agujero negro supermasivo. Los científicos piensan que todos esos grandes agujeros negros se formaron cuando el Universo era aún muy joven, y que al principio sus masas eran pequeñas, entre 100 y 100.000 veces la de nuestro Sol. Con el paso de los miles de millones de años desde su lejana formación hasta la actualidad algunos de ellos han logrado crecer hasta alcanzar tamaños gigantescos, incluso de miles de millones de masas solares, a base de «devorar» materia de sus alrededores o de fusionarse con otros agujeros negros.

Por eso, los agujeros negros más grandes que se han visto, con masas superiores a los 10.000 millones de soles se encuentran, generalmente, en el Universo más cercano (la porción de Universo en la que nosotros nos encontramos) y reciente. Para darse cuenta de la magnitud de esos auténticos «monstruos espaciales» baste pensar que el agujero negro que duerme en el centro de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, «solo» tiene entre 4 y 5 millones de veces la masa del Sol.